-EL EJERCICIO AGREGA AÑOS A LA VIDA Y MEJORA SU CALIDAD: Los
resultados de un reciente estudio indican que la actividad física no
sólo puede potencialmente agregar años a su vida, sino que la calidad
de esos años puede mejorarse siguiendo una actividad física regular.
Investigadores de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign (UI),
que estudian los efectos del ejercicio en el envejecimiento, revelan
algo que puede incitar a las personas a hacer más ejercicio de manera
habitual. El equipo de investigación, conducido por el Profesor Edward
McAuley, encontró que las personas maduras, previamente sedentarias,
que incorporaron el ejercicio en su estilo de vida, no sólo mejoraban
su estado físico, sino que experimentaban también mayor bienestar
psicológico.
La investigación de la UI señaló resultados psicosociales y
cognitivos positivos, es decir, una significativa mejora en la calidad
de vida, entre los participantes que permanecían físicamente activos
mucho después de que comenzaran una prueba de seis meses, con
selección al azar, y que consistía en caminar y hacer ejercicios de
estiramiento y tonificación. Los resultados fueron recogidos en una
batería de inspecciones efectuadas a intervalos de uno y cinco años
después del régimen inicial de ejercicio.
El estudio, que evaluó niveles de actividad física, calidad de vida,
autoestima, confianza en uno mismo y bienestar, en una muestra grande
(174) de personas mayores de 65 años, parece ser el primero que
examina la relación entre la actividad física y la calidad de vida
durante un tiempo tan largo. La "confianza en uno mismo" se puede
definir como la creencia que una persona tiene en su capacidad de
realizar con éxito una tarea.
Los investigadores encontraron que los participantes que continuaron
siendo físicamente activos un año después del inicio del estudio,
realizando actividades físicas de tipo recreativo, ocupacional o
doméstico, tales como hacer la limpieza de la casa o cultivar un
huerto, por ejemplo, estaban en mejor forma, tenían niveles más altos
de autoestima y de confianza en sí mismos, eran más felices, y en
definitiva gozaban de una mejor calidad de vida.
Una mayor actividad física mantenida a largo plazo está asociada,
según reveló el seguimiento que se hizo de los participantes cinco
años después, a una mejora muy notable en la autoestima y la
felicidad.
Los resultados demuestran que la actividad física tiene efectos a
largo plazo en aspectos psicosociales importantes como los citados.
-HALLAZGO DE UN SORPRENDENTE FOSIL DE COCODRILO: Se han encontrado
evidencias de una antigua criatura marina que haría que el feroz
Tyrannosaurus rex se lo pensase dos veces antes de decidir internarse
en el agua. El animal, apodado "Godzilla" en referencia al famoso
monstruo marino cinematográfico, tenía la cabeza de un dinosaurio, y
aletas como las de un pez.
Los fósiles de la hasta ahora desconocida especie de cocodrilo
arcaico se han encontrado en el extremo austral de América del Sur.
Tenía fuertes mandíbulas y dientes afilados que le debieron hacer el
depredador más temible del mar.
A diferencia de los cocodrilos que conocemos hoy, el Dakosaurus
andiniensis vivía enteramente en el agua, y tenía aletas en lugar de
patas. Pero eso no es todo lo que lo hacía raro. Su gran capacidad
como depredador y su hocico semejante al del Tyrannosaurus rex (T.
rex), le han otorgado un lugar único en la historia, y el apodo
"Godzilla".
Diego Pol, un investigador de postdoctorado del Instituto de
Biociencias Matemáticas y del Departamento de Informática Biomédica
en la Universidad Estatal de Ohio, determinó que los extrañamente
conformados especimenes fósiles encontrados en la Patagonia pertenecen
al árbol de la familia de los cocodrilos.
"Esta especie era muy rara, porque otros cocodrilos marinos que
vivieron más o menos al mismo tiempo tenían rasgos muy delicados
(hocicos largos y delgados, y dientes en forma de aguja para capturar
peces pequeños y moluscos)", explica. "Pero este cocodrilo era
exactamente lo opuesto. Tenía un hocico corto, y grandes dientes con
bordes en forma de sierra. Era, sin duda, un depredador de criaturas
marinas grandes".
Los paleontólogos Zulma Gasparini y Luis Spalletti de la Universidad
Nacional de La Plata en Argentina descubrieron los huesos fósiles del
cocodrilo; Pol utilizó sistemas informáticos sofisticados para trazar
los rasgos de esos huesos y determinar su linaje.
El animal medía 4 metros de la nariz a la cola. Sus mandíbulas eran
de medio metro de largo, con dientes de sierra intercalados de hasta
diez centímetros de longitud.
Había especies de cocodrilo marino de muchas otras tallas hace 135
millones de años, hacia el final del Jurásico, pero todos tenían
hocicos largos y dientes en forma de aguja. Ninguno era mayor ni tan
robusto como el D. andiniensis.
Los tres especimenes fósiles fueron encontrados en 1996. Uno en
tierras de cultivo de la provincia de Mendoza, y dos en una formación
rocosa en la provincia de Neuquén al sur. Durante la época en que el
D. andiniensis vivió, la región era una bahía tropical profunda del
Océano Pacífico.
Los investigadores no saben todavía qué eventos activaron la
aparición relativamente súbita del gran cocodrilo, pero el tamaño y
la forma de los dientes sugieren que se alimentó de otros reptiles y
grandes criaturas marinas de la bahía, en lugar de ingerir peces
pequeños.